EL ESTOUPO EN LA RIBEIRA SACRA
El 6 y 7 de mayo, los del Grupo de Montaña Estoupo nos desplazamos hasta Galicia. El buen tiempo nos acompañó y pudimos disfrutar de dos extraordinarias jornadas en unas tierras que rezuman historia, leyendas y también buen vino.
En la localidad de Os Peares (Lugo), donde se unen tres ríos: El Miño (que lleva la fama), el Sil (que trae el agua) y el truchero Búbal (menos conocido pero más virginal) iniciamos nuestro recorrido a pié, siguiendo un precioso y tendido camino que entre sombrías arboledas nos conduce por la orilla ourensana del río Sil. Mas adelante, tomamos un desvío que, en fuerte pero corto zig-zag, nos introdujo en un frondoso bosque multicolor que nos condujo hasta el Monasterio de Santo Estevo de Rivas de Sil, antaño centro de poder, no solo religioso sino también político y que hoy ha sido reconvertido en Parador de Turismo.
Comimos en las inmediaciones del Monasterio y nos desplazamos hasta el embarcadero del Embalse de Santo Estevo para desde allí realizar en Catamarán un recorrido por los famosos Cañones. Un relajante viaje por las remansadas aguas del Sil, en el que pudimos admirar los balcones y miradores situados arriba de los precipicios en los que cuelgan los inaccesibles viñedos dispuestos en bancales o “socalcos”.
Desembarcamos y ya al atardecer nos dirigimos en Autobús hasta la ciudad de Ourense, donde teníamos concertado el Hotel para pernoctar. Tras una gratificante ducha, nos dirigimos al centro, a la zona denominada los vinos. En la calle Lepanto, en la plaza del Corregidor y en San Francisco es donde se ubican los mejores locales especializados en el epicúreo placer del tapeo. Para los Ourensanos, el tapear resulta algo consustancial a su naturaleza. Se conocen la especialidad de cada uno de los locales y al visitante le recomiendan éste o aquél según sus gustos culinarios. El recorrido por los vinos te ayuda a apreciar el placer de lo pequeño y exquisito, la delicia de poder probar de todo sin llegar a saturarte con nada, amen del nada desdeñable componente socializante que, la tertulia y la convivencia frente a la barra del bar, tienen para casi todos los españoles. Nosotros cumplimos ampliamente con las incontestables recomendaciones, y de madrugada, aún contábamos con ánimo suficiente para sumarnos a la “juerga” en la cercana zona de la movida.
El domingo, sin prisas, dedicamos la mañana a recorrer la zona monumental de una Ourense desconocida para casi todos y que sorprendió gratamente. Dicen los Ourensanos : “tres cosas hay en Ourense que no las hay en España: El Santo Cristo, el Puente y las Burgas hirviendo el agua “. La ocurrencia nos sirvió de guía. Las Burgas las visitamos en primer lugar, y algunos de nuestros compañeros estuvo a punto de salir escaldado. Después, la Plaza Mayor, con el Ayuntamiento y el Museo Arqueológico. Seguidamente la Catedral - románica de transición al gótico con cierta inspiración cisterciense e influjo compostelano - a la que accedimos por la preciosa puerta Sur desde la plaza del trigo. La Seo sorprende por su sobria elegancia. En su interior destaca: la Capilla Mayor, el Museo Catedralicio, el Pórtico del Paraíso y otra joya de la ciudad: la Capilla del Santo Cristo ( a quien dice la leyenda que le crece el pelo ). Dejamos la Catedral, y mientras unos se dedicaban a callejear, otros tomaron el denominado Tren de las Termas, un nuevo servicio municipal que, según nos dicen, llegó a magnetizar a algún miembro del grupo. El tren te conduce desde el centro de la Ciudad hasta los manantiales de aguas termales de la Chavasqueira y Outaríz, pasando por el histórico Puente Romano y el denominado Puente del Milenio.
A la tarde, iniciamos el regreso. Como última actividad de estas jornadas, nos desviamos en Monforte de Lemos hasta el pueblo de Doade para visitar la Bodega Algueira. Esta Bodega pertenece a nuestro amigo Fernando González Riveiro, un innovador que en su haber cuenta con varios premios a la calidad de sus vinos. El bodeguero nos explicó con todo lujo de detalles el proceso de elaboración del vino, desde que se recogen las uvas en los viñedos hasta que se sirve en la copa, todo ello mientras realizábamos una degustación de las diversas variedades de sus caldos con Denominación de Origen Ribeira Sacra.
Presentes los aromas limpios, elegantes e intensos de sus equilibrados y bien estructurados tintos de Mencía aún en el paladar, con la delicada presencia y el ligero retrogusto de los afrutados blancos plurivarietales de nuestro amigo Fernando, regresamos a Luarca, cansados pero reconfortados tras unas jornadas inolvidables.
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